05/03/2017 - 21:56
Libros que se adelantaron a debates de hoy
El
futuro literario que imaginó temores actuales
Desde la manipulación del lenguaje para ganar poder hasta la creación de
robots humanizados.
Posverdad. La discusión sobre los dichos no siempre demostrables de
Trump y sus voceros volvió a alimentar el interés por la novela 1984. (AP
Photo/Jae C. Hong)
En 1984 George Orwell imaginó una sociedad en la que el gobierno,
bajo la figura del Gran Hermano, vigila todo. Winston Smith, el protagonista,
trabaja en el Ministerio de la Verdad, un organismo que adultera la historia
según la conveniencia del partido único. Cuando asumió Donald Trump se desató
la primera disputa entre su gestión y los medios de comunicación. La
"neolengua", en la novela, es una forma de simplificar el idioma para
hacer inviable cualquier tipo de pensamiento contrario al poder.
La polémica en Estados Unidos comenzó por la cantidad de gente en la
ceremonia de asunción, que fue mínima en comparación con la que fue a la de
Barack Obama. Hay imágenes. Se compara a simple vista. Sean Spicer, secretario
de Prensa de la Casa Blanca, dijo que en realidad habían ido “unas 720 mil
personas”. Al día siguiente, 22 de enero de 2017, surgió el término que
convirtió en realidad lo que el autor británico imaginó en 1949: los
“hechos alternativos”. Así defendió la declaración falsa Kellyanne Conway,
asesora del presidente. La distopía se volvió una premonición y 1984
llegó al primer lugar de ventas en Amazon casi 70 años después de su
publicación original.
Dos millonarios aventureros van a ser turistas espaciales. El último día
de febrero la empresa comercial privada de transporte aeroespacial SpaceX
anunció que durante 2018 va a salir la primera excursión a la Luna. Una misión
recreativa de una semana alrededor del satélite, sin pisarlo, pero con vista
privilegiada desde la ventana. La humanidad viaja encerrada en una nave que
perdió el rumbo. La civilización involuciona y unos hombres primitivos viven en
las junglas de los tanques hidropónicos. Cuál es la noticia y qué es la
ficción. La primera salió en los diarios y la segunda es la contraportada de La
nave estelar, la novela con la que Brian Aldiss desembarcó como
representante de la nueva ola británica del género en 1958.
Hace tiempo que Japón es tierra de androides. El director de robótica de
la Universidad de Osaka, Hiroshi Ishiguro, está armando un ejército artístico
de inteligencias artificiales. Geminoid F es un organismo sintético que
protagoniza la película Sayonara, que se estrenó en 2015 en el Festival
de Stiges. Ese mismo año se presentó en sociedad a Érica, que en breve va a
conducir un programa de televisión. La diva antropomorfa, extremadamente
realista, parece salida de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?,
la novela de Philip K. Dick publicada en 1968 y adaptada por Ridley Scott en la
película Blade Runner, de 1982. Ahí, Rachel no sabe que ella, tan exacta
como réplica, no es humana, y un grupo de androides se resiste a Rick Deckard,
el hombre que tiene que eliminarlos. Roy Batty, Pris y Zhora quieren seguir
viviendo porque tienen más alma que quién los creó.
Ishiguro. El científico de la Universidad de Osaka, con un androide a su
imagen y semejanza; la ficción ya se había referido a robots humanizados. Foto:
ANSA.
¿Es posible una rebelión de las máquinas, como en la saga de Terminator?
1) Un
robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitirá que un ser humano
sufra daño. 2) Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos,
excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª ley. 3) Un robot debe
proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en
conflicto con la 1ª o la 2ª ley. Esas son las tres leyes de la robótica que
inventó Isaac Asimov en 1942 y no solo rigen los mundos que creó a lo largo de
sus cuentos y novelas, sino que fueron y son usadas por muchos otros en
diversas obras de ficción. Ahora, además, se colaron en la realidad.
A principio de este año el Parlamento Europeo dispuso que las máquinas
autónomas tengan un botón de la muerte, o sea un mecanismo que permita desconectarlas si su uso amenaza la
vida de un ser humano. En la normativa aprobada, además, se sugiere tener en
cuenta, para el futuro, las relaciones entre androides y humanos. De eso se
trata El hombre Bicentenario, el relato de 1976 de Asimov que en 1999
fue llevado al cine con Robin Williams como protagonista. El robot doméstico
Andrew tiene una falla de fabricación por la que puede identificar emociones.
Evoluciona en sentimientos, se enamora y finalmente lucha para que la Justicia
lo reconozca como hombre.
Desde 2008 existe una Bóveda del Fin del Mundo bajo la tundra congelada
de la isla noruega de Svalbard, en el Círculo Polar Ártico, donde se recolectan
semillas para replantar el planeta cuando haga falta. Hay almacenadas cientos
de miles. Recientemente se agregaron 50 mil más porque, anunciaron los
científicos que llevan adelante este proyecto universal, “todo está horrible”.
Esto podría ser un inicio opcional de la trilogía de catástrofes ecológicas que
escribió J. G. Ballard en El mundo sumergido (1962), La sequía
(1964) y El mundo de cristal (1966), en donde el abuso tecnológico y la
ignorancia ambiental terminan aniquilando el agua, la vegetación, los animales,
el oxígeno.
La utopía de escapar de la Tierra de pronto es tangible. Hace diez días
un grupo de astrónomos anunció que descubrieron, alrededor de la estrella enana
Trappist-1, a 39 años luz, un sistema solar con siete exoplanetas de los cuales
al menos tres podrían ser considerados habitables. Ahora, la humanidad fantasea
en conjunto con una mudanza a la constelación vecina de Acuario, como si la
vida real fuera un cuento de Theodore Sturgeon. Tal vez alguno de esos planetas
se enamore de un visitante y le ofrende paisajes seductores, igual que en El
soñador, su relato de 1974.
La paulatina colonización humana que podría darse en el mediano plazo
bien podría ser acompañada por las Crónicas Marcianas que Ray Bradbury
publicó en 1950. Eso, aunque suena hermoso, hay que tomarlo como una
advertencia. Aunque en un principio los habitantes morenos de ojos amarillos de
Marte fueron afables, finalmente se dieron cuenta de que los terrícolas son
plaga, y que su impulso autodestructivo iba a arrasar con el planeta rojo. Y
lucharon. Y hubo una guerra. Y perdieron todos. De eso se trata Los largos
años, un relato en donde hay robots que reemplazan a los familiares muertos
y seres humanos solos, aislados, enloquecidos. Según el autor, pasaría en abril
de 2026. No falta tanto.
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