Mi juego en el espejo
A las 12:30 del mediodía, salía de la
escuela, a veces era aburrida, a veces era divertida; mi mamá me venía a
buscar después de trabajar, casi siempre con algo para comer
(chocolates, confites, caramelos, paragüitas, etc…), casi siempre era
algo con chocolate (mi inmortal adicción).
Cuando llegábamos a
la casa nos lanzábamos a la mesa. A eso de las 2 mi mama se iba a
dormir, a veces dormíamos juntas, otras, me tiraba en la cama y esperaba
la hora de la peli (que, en aquellos tiempos, podía empezar desde las
2:30 hasta las 4, y terminar, desde las 4 hasta la 6; era un gran
complejo de horarios el mío), pero de vez en cuando, mi mamu se quedaba
profundamente dormida, tiempo que yo aprovechaba para deslizarme entre
las frazadas, cerrar la puerta y, caminando por el pasillo, me dirigía
lentamente hacia el espejo.
Solía jugar largas horas en frente de
él (aún era hija única, no había mucho para hacer) como si dentro del
cristal habitaran toda clase de criaturas, de esas que solo se ven
apagando la luz y mirando tu propia sombra. A veces era conductora de un
canal de tv, otras, una reina de
un maravilloso reino y, de vez
en cuando, un hada capaz de volar más allá de mi balcón. Era entrar y
salir del espejo, entrar y salir de mi mente.
Sin embargo todo lo
irreal debe caminar por un pasillo, abrir una puerta, meterse por
debajo de las sabanas y hacer como que no paso nada.
Sofi Merani
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