viernes, 24 de julio de 2015

Viajes fantásticos



El viaje sin fin 

    Mucho tiempo antes de que se escriban estas palabras, había un joven que tenía un problema, no sabía en qué dirección apuntar a su destino, sus días de estudiante llegaban a su fin, su futuro le demandaba que le diera una dirección y el simplemente no podía. No había una carrera que le resultase lo suficientemente interesante como para atraerlo y ni siquiera para mantenerlo atraído en esa materia.
   El destino y el futuro se acercaban tomados de la mano y él no sabía de qué modo se enfrentaría a aquel momento que no hacía más que acercarse a pasos agigantados.
   No tenía ningún interés en un trabajo de oficinista en alguna de las infinitas agencias gubernamentales que lo controlaban todo de un modo que rosaba la tiranía. Ni un aburrido puesto de contador, contable o como se llamara aquel puesto, que siempre le recomendaba su madre, quien decía que sería lo mejor para él. El ejército de su país era patético, y prácticamente, no valía la pena enlistarse para morir de hambre, frio, enfermedades o aburrimiento en un punto recóndito u olvidado del mundo. Ni siquiera había batallas y guerras que pelear al otro lado del mundo. La supuesta paz lo impedía, y lo único que hacía era contener a todas las naciones, hasta que llegase el día en que por fin, todos se alzarían los unos contra los otros, y se arrancarían los ojos sin pensarlo.
   Él tenía cientos de opiniones igual de despreciables sobre gran parte del mundo moderno, y no tenía ningún problema de cruzarse a puñetazos por ello, aunque prefería evitarlo, la violencia sin motivo es energía desperdiciada.
   Así pasaban los días para Murdoc Fraser, un joven estudiante, frustrado por un futuro que le acosaba con promesas de aburrimiento,  vacio, insignificancia y lo peor, una vida limitada por lo corriente y el estancamiento. Él, quien soñaba con grandes proezas de honor y grandeza,  gloria a cada paso, quien soñaba con batallas a lo largo y ancho del mundo, con aventuras y maravillas por cada rincón desconocido de la Tierra. Pero condenado a nacer en un punto del mundo y del tiempo, en el cual gente como él no podía prosperar, o debía de conformarse, en un punto donde no habían guerras con un enemigo temible a quien había que derrotar por el bien del mundo y la gente que lo habita.
  Básicamente una cagada
  Una noche en la que se encontraba cenando con su madre, como muchas otras noches, le comento esta frustración y el modo en que era atormentado por la misma. Originando así una discusión con su madre, quien mantenía que debía de conformarse con un trabajo bien pagado, por lo cual debería proseguir sus estudios aunque a él no le interesase una carrera complicada y bien pagada, para poder irse de vacaciones y realizar sus “aventuras” por el mundo como deseaba, en parte, su madre tenía razón, ese tipo de mundo que él deseaba había quedado desecho y abandonado. La discusión término básicamente en la nada, al rato siguieron hablando de temas triviales como si nada. Pero él comprendió que su madre le había planteado un desafío en el cual construir su vida, y una vez terminado poder decir: “Gracias ma” ya que su desafío le impulso a construir su vida como desease.


   Meses después del pequeño altercado Murdoc estaba paseando por el muelle de la ciudad, era una mañana gris y húmeda donde no hacía ni frío ni calor, caminaba despreocupadamente observando el horizonte en el cual se escondían cientos de sorpresas y maravillas, poseído por el calmo espectáculo del cielo gris con las aguas oscuras y profundas, hasta que los gritos presurosos de unos hombres lo trajeron de vuelta a la realidad. Eran unos marinos mercantes los cuales estaban por ser aplastados por una  gran caja de acero, con grandes remaches y barras de metal, que al soltarse una de las cuerdas de la grúa que la estaban bajando, amenazaba con aplastar al grupo de marinos que hacían acoplo de fuerzas que habitaban en lo más profundo de su ser para evitar ser aplastados por el contenedor. Murdoc corrió para ayudarles aun que no destacase en altura o tamaño, pero si en fuerza y voluntad, se coloco debajo de la punta del contenedor y con ambas manos tomo los dos lados de la misma y empujo hacia arriba mientras otros marinos y transeúntes que pasaban se sumaban al forcejeo con la gravedad y el peso de la caja. En poco tiempo repararon la red de la grúa y volvieron a sujetar el pesado contenedor sin que haya víctimas del accidente.
   Uno de los marineros se acerco para expresar su gratitud y con tono silencioso le comento que siempre habría una vacante para alguien fuerte que ayudase sin pensar a un camarada, y que si deseaba unirse a la tripulación solo debería comentarlo con el capitán, quien se encontraba en el bar de marineros a unos cuantos metros del muelle. Agradecido Murdoc corrió llevando al marinero agarrado por el hombro hasta dicho bar, pese que el marinero era más alto que él y más grande, no pudo poner resistencia frente al agarre del joven.
   El bar era oscuro, húmedo, una neblina de humo, combinación de humo de cigarros, pipas, cigarrillos, inciensos y de las diferentes chimeneas del lugar. Él joven le pregunto al marino donde se encontraba el capitán, pero este negó a darle respuesta, y el joven simplemente le apretó el hombro con más fuerza y le pregunto con una amabilidad mayor que la de un cura. El marinero al sentir los fuertes dedos punzarle y clavarse en la carne del hombro no dudo en señalar la posición del capitán, el cual, estaba sentado en un oscuro reservado mirando al suelo y fumando una pipa.
   El capitán, quien luego sabría que era el mítico Gangplank, el cual no conocía de nada ni había escuchado una de sus fabulosas historias. Era un hombre de edad adulta con una gran barba y unos espesos bigotes, era bastante más alto que Murdoc, aunque eso no fuera difícil, pero fácilmente mediría un metro ochenta, o aun más, se veía aun más alto por lo esbelto que era, pero sin ser un debilucho, ya que se veía la fuerza de su cuerpo, de tantos años surcando mares. Llevaba un largo abrigo rojo con amplias solapas y grandes botones dorados, la manga derecha estaba quemada y arrancada desde la salida del hombro, mientras que el resto del abrigo estaba en perfectas condiciones, salvo un rasguño aquí o allá, o alguna mancha. Llevaba un sable colgando del lado izquierdo del cinturón, y del derecho un revolver gigantesco, plateado y muy brillante con la culata adornada en cuero.
  Cuando Murdoc entro arrastrando al marinero pudo ver como se rompía la concentración del capitán que lo miraba con ojos felinos desde las sombras del reservado.
   Capitán: “Bueno, pero que tenemos aquí, ¿qué me has traído Joseph?... o mejor dicho, ¿quién te trajo aquí?”
   Joseph: “Lo siento Capitán, pero él dijo que ansiaba conocerle, “- Murdoc le imprimió más fuerza en el atenazado hombro -“acaba de salvar nuestras vidas allí en el muelle, y creo que quiere unirse a la tripulación”.
   Capitán: “¿Un joven que apenas se afeita salvo la vida de mi tripulación? Será mejor que cuentes lo que paso”…
   Después de que Joseph explicase lo ocurrido en el muelle y como fueron salvados, el Capitán se levanto y los observo desde debajo de su sombrero pirata, algo que llamo la atención de Murdoc quien lo observo sin comprender la extraña conexión.
   Capitán: “Ah, ¿esto? “ – se señalo el sombrero- “recuerdo de una pirata, la señorita Fortuna, apodada así por los grandes tesoros que robo a lo largo del globo, ella perdió la vida, y yo conseguí su sombrero” hubo un silencio sepulcral y luego añadió “no te veo con posibilidades en un navío, la vida del marino solo se reserva para hombres, y no para chiquillos como tú”. El capitán se retiro fumando su pipa.
   Murdoc por fin rompió su silencio con una voz ronca y furica: “¿acabo de salvar la vida de 5 miembros de tu tripulación y ni siquiera un gracias? Mientras usted fumaba y se emborrachaba, ¿Qué clase de capitán se puede creer?”
   Un silencio abismal, peor que el de hace un momento, lleno el bar. Todos los presentes miraban al pequeño hombrecito que había acallado su fiesta, con una combinación de miedo y furia, pero miedo por lo que le fuese a hacer el capitán al cual insulto de tal modo.
   “Yo no me ensuciare las manos contigo” dijo solamente y le hizo un gesto casi imperceptible a un monstruo casi ebrio que estaba detrás de la barra, luego se sentó sobre la barra para presenciar el espectáculo.
   “Vamos que siga la música, la fiesta ha vuelto a empezar”
   Los marineros abrieron un gran círculo en la pista del bar, mientras la música volvía a sonar fuertemente, pronto el joven se vio dentro del mismo, empujado por manos ebrias y enojadas, el monstruo se paro del otro lado.
   Era un hombre lampiño, de casi dos metros de altura, una gran barriga  salía desde su pecho y parecía llegarle a las rodillas, unos brazos gruesos como troncos salían de unos hombros anchos como cómo los de un toro y un gran cuello perteneciente al mismo animal, sin embargo, su cabeza era realmente pequeña, calva y lisa. Tenía unas pequeñas orejas de coliflor y unos grandes mofletes que colgaban a modo de cachetes, sin embargo su cara expresaba odio puro ante quien faltase el respeto a su capitán.
   El monstruo se acercaba a pasos lentos, levanto los brazos y los volvió a bajar emitiendo un sonido gutural nacido de lo profundo del estomago de un ser humano, la multitud estallo en gritos, alaridos y aplausos. El capitán rio sigilosamente desde la barra mientras aplaudía lentamente, saboreando lo que estaría por pasar. Pero se llevo un mal sabor de boca cuando termino el espectáculo.
   El monstruo empezó a correr hacia Murdoc estirando los brazos para alcanzarlo, este se hizo a un lado con una rapidez digna de un gato al cual lo va a arrollar un tren, y dejo que el gigante se golpease de frente con una columna de madera, pero ni este golpe lo detuvo. Este se volteo y volvió a correr. El joven retrocedió y pateo la pierna que avanzaba del monstruo haciéndole perder el equilibrio, y luego le propino un rodillazo en el estomago, pero simplemente lo alentó unos segundos. El hombretón, le envolvió el abdomen con los brazos y levanto al chico por los aires. Y empezó a aplastarlo contra si, dejándole cada vez sin aire y ahogándolo. Murdoc comenzó a golpearle ambas orejas con las palmas de las manos para aturdir al animal, pero parecía imposible, hasta que un golpe con la coordinación perfecta le hizo aflojar el abrazo mortal. Aprovechando la oportunidad Murdoc le metió el dedo índice en lo más profundo de su ojo, haciendo que el monstruo lo suelte, y la multitud se parao en silencio a observar como terminaría esto. Sin perder oportunidad, el joven pateo los genitales del monstruo haciéndole poner una rodilla en tierra, y luego empezó a darle una lluvia de puñetazos en el rostro, ganchos, uppercuts, strights y overhands, cayeron sobre el animal que aun no se rendía. Este se irguió lanzando un pedazo uppercut contra Murdoc que lo alcanzo derecho en el mentón y lo hizo volar por los aires, cayendo sobre el duro piso de madera y aturdiéndolo momentáneamente. Solo para ver que el gigante lo tomaba del cuello y lo alzaba en el aire sin esfuerzo. Sin dejarse rendir Murdoc estando en el aire, comenzó a patear el rostro desfigurado del animal, de repente del rostro del animal saltaron unos dientes, el gigante, puso cara de odio puro, y apretó más fuerte la garganta del hombre. Cuando su garganta estaba a punto de colapsar, le propino al gigante una patada circular por encima de su hombro y dándole con la puntera reforzada de su bota en el mentón, mareándolo y soltándolo.
   Y en ese momento se comenzaron a batir a puñetazos, un golpe del gigante iba, volvían 2 o 3 del joven, todos llegando al punto deseado. Ambos se miraban atreves  de rostros desfigurados. De repente la voz ronca del capitán llamo al alto del combate, pero el mañoso gigante lanzo un último golpe. El cual dejo pasar echándose de lado y dejando pasar el pesado cuerpo del gigante. Este tropezó y dio unos pasos violentos hasta que se empezó a acomodar y  estirar. De repente, cuando voltio, vio al pequeño salvaje que acometía hacia el dando unos pequeños brincos y acomodando una pierna detrás de la otra, girando la cadera derecha para preparar el tiro, luego, vio como levantaba la pierna trasera de lado, flexionando la rodilla y pasándola armada hacia el frente mientras la levantaba hasta su rostro, y la estiraba propinando una fuerte patada sobre su rostro, la tibia del joven llego hasta la altura del rostro del gigante golpeándole pesadamente el costado de la cabeza y haciéndole caer pesadamente hacia atrás con un chorro de sangre que emanaba del costado de su cabeza, por un largo y profundo corte. El joven para deshacerse de la energía acumulada giro de largo luego de patear el rostro del gigante, y quedando de frente al capitán que lo miraba sorprendido, casi con la boca abierta.
   Entre cuatro hombres se llevaron arrastras al inconsciente tuerto gigante. El público mantuvo su silencio abismal mientras retomaban sus posiciones para beber en silencio o irse del lugar. El capitán puso una mano en el hombro del joven violentamente deformado y le hablo con un tono sorprendido y alegre desde su profunda barba.
   “Nunca vi que derribaran a Mocho de ese modo, ¿Cómo lograste aguantar tanto castigo? Y… ¿Cómo se llama esa extraña patada con la que le derribaste?...
“… Gracias señor…”-el joven no podía hablar casi, le dolía todo el rostro, y el abdomen por los golpes recibidos, y por el aplastamiento, también la garganta le hacía sentir un infierno y le hacia una voz costosa y rasposa, y llevaba la boca llena de sangre con muchas heridas a lo largo del rostro, y dientes astillados.- “gracias…. He aguantado peores palizas, creo, pero nunca de un individuo tan enorme… ¿La patada?...
   “Si, esa cosa que hiciste, esa patada extraña que tiro al hombre más fuerte de la tripulación”
    “… la patada…”- parecía mareado, y se balanceaba torpemente-“… mawashi… mawashi… patada circular en japonés, practico artes marciales”- dijo, y se desplomo.
    Cuando despertó, le habían arrojado un baldazo de agua helado, como al gigante, se ahogo un poco pero se levanto. Un hombre le puso una pinta de cerveza en la mano, la cual acepto de buen grado, pese a que no le gustase y la tomo en un trago, eructo, y devolvió el jarro al sorprendido mesero que volvió riéndose, como todos los espectadores que se carcajeaban donde estaban, o caían tomándose del vientre con dolor por tantas risas. El capitán también reía pero más controladamente, le envolvió los hombros con su fornido brazo y hablo con mucha tranquilidad.
   “Tú querías unirte a la tripulación, bueno… te tengo un lugar para ti, pero debes hacerme una promesa” –el joven asintió atónito con la cabeza -“Nunca me vuelvas a faltar el respeto de esa manera”- dijo con un tono frio como el hielo y con una mano tomando la empuñadura de su espada -“que no se repita.”
   El joven continúo asintiendo. Y el capitán continúo hablando con el tono de voz de antes, que llegaba a ser cariñoso.
  “Hoy es jueves, y zarparemos el domingo muy de noche, tienes hasta entonces para juntar lo que necesites, despedirte de tu familia preparar tu bolso y volver, zarparemos hacia un país desconocido en la lejana Asia, Turquía se llama, ya he estado ahí, y podría llegar a ser un lugar muy peligroso, consigue un arma, te veré el domingo… Ten necesitaras de esto”- le dejo sobre su mano una bolsa llena de redondas monedas doradas, y lo empujó fuera del bar.
   Corrió hasta su casa, le explico a su madre lo sucedido, la cual lo miraba con ojos llenos de lagrimas, por la tristeza y la sorpresa de ver a su hijo tan golpeado, a su bebe, a su tesoro. Morduc tuvo que discutir brevemente con su madre, quien por fin comprendió que lo único que su hijo quería se había presentado y que era hora de dejarle ir, que el volvería a sus brazos en cuanto pudiese. Con ojos húmedos y tristes, abrazo a su hijo con todas sus fuerzas y lo lleno con besos que curaron su dolor, pero le dio tristeza por su madre, la cual lo miro lleno de alegría y dijo: “por fin mi hijo se ha vuelto un hombre, y es hora que como buen hombre que eres, cumplas con tu destino”- dijo riendo-“ así que, porque no cenamos tranquilamente,  así mañana después del desayuno te preparas para el viaje”.
   Dicho y hecho, cenaron, rieron, y casi que festejaron, al día siguiente, se despidieron con un abrazo conmovedor y su hijo partió hacia las calles de la ciudad.
  Una vez terminada la faena de conseguir las cosas que necesitaría, mucha ropa, diferentes herramientas, elementos estéticos, higiénicos, y demás elementos. También un revolver el cual le parecía el mejor de la tienda y el más confiable, y útil a la hora de usarlo, también muchas balas, ¿quien sabe que pasaría en altamar?
   Se hizo hora de saludar a su padre. Este, abrió la puerta de su casa con innegable sorpresa. “¡hijo! ¿Quién te dio tan buena paliza?”, “¡un horrible monstruo que deberías de ver cómo le he dejado el morro!” ambos rieron a carcajadas y se abrazaron con fuerza. Luego de contar lo sucedido, con su hermano mayor estando presente. Isidro Fraser, un hombre curtido por el pesado trabajo de la herrería, con un amplio estomago pero unos brazos gigantes, lo miraba con sus ojos expresivos realmente sorprendidos, mientras asentía con su cabeza que aunque estaba calva arriba, llevaba siempre afeitada o bien peinada. Su hermano, 7 años mayor a él, le miraba sorprendido y entretenido. Él era apenas más alto que Murdoc, pero mucho más fuerte y liviano, en su cuerpo no había espacio para la grasa, pero si para unos músculos realmente desarrollados y tonificados para alguien de poca estatura. Lo miraba atreves de su rostro de pómulos filosos y prominente mentón filoso, pero cubierto por barba y un pelo corto llevado al rape. Y la característica nariz de gran tamaño heredada de su padre la cual era parte del linaje familiar. Los tres rieron y festejaron la historia mientras  comían y bebían alegremente, hasta que Murdoc les comento que había decidido partir en viaje se hizo el silencio momentáneamente. Su padre fue el primero en romper el silencio.
   “veo que has hecho tu mente, y por fin llego tu oportunidad, pero prométeme que vas a volver y que vas a tener cuidado” dijo sonriendo
   Murdoc abrazo a su padre fuertemente, este devolvió el abrazo.
   Al separarse su hermano le envolvió los hombros con su brazo: “Así que vas a cumplir tus sueños eh… acordate de seguir entrenando en el barco, y no seas maricón no empieces a llorar” Murdoc abrazo a su hermano llorando, este también lo hizo, llorando también. Continuaron hablando, despidiéndose y el domingo siguiente partieron alegremente casi hacia el muelle, donde también estaba su madre, quien saludo a sus hijos con mucho afecto, y trato cordialmente a su ex esposo.
   El capitán no tardo en aparecer, y mantuvo una conversación tranquila con la familia Fraser. Mientras Murdoc llenaba unas formas y firmaba un contrato que lo haría tripulante del barco “El Heraldo de la Muerte”… un nombre encantador para tratarse de marinos mercantes.
   Hechas las despedidas, los abrazos, compartidas las lagrimas y los besos, Murdoc se vio parado en la cubierta del barco que se separaba lentamente del muelle, mientras seguía saludando a su familia con ojos llorosos, al igual que ellos, con la promesa de volver a su hogar, lamentaba no haber podido despedirse de sus amigos más cercanos con los que estudiaba, se divertía y compartía recuerdos. También lamentaba no despedirse de su Sensei y sus compañeros de entrenamiento, pero su hermano ya iría al dojo y se explicaría por él. Ya que él trabajaba dando parte de las clases de ese mismo Dojo.
   Así que, ahí se encontraba él, mirando el horizonte con ojos húmedos mientras la gigante nave se adentraba en el mar y se alejaba del muelle, de su hogar y su familia. El sol se levantaba lentamente y daba lugar a un hermoso amanecer, soleado como hace mucho no había visto. De repente Gangplank lo envolvió con  un brazo por los hombros y le dijo, con una voz calma digna de un padre:
   “Si chico, hacia allí vamos, derecho hacia el destino, a cumplir nuestro deber, a cumplir el destino, a cumplir con la aventura”
   Murdoc asintió lentamente, mientras una lagrima llena de recuerdos, alegría y nostalgia rodaba por su rostro. Luego, digo para sí mismo más que para el Capitán.
  “Por fin, he de cumplir mi destino”.


 Manuel Sarmentero.

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