sábado, 13 de junio de 2015

Crónicas literarias: contar desde el sentir.



No hay nada más lindo que ir a un torneo nacional, y más si llegas como primer tablero. Como todo comienzo, es aburrido. Te dan la típica visita guiada para mostrarte el lugar que seguramente te vas a olvidar como es porque nunca vas a volver ahí, al menos había conocido a dos chicos del turno tarde que se volvieron mis amigos.
Después de la aburrida caminata, nos quedamos parados en una parte donde hicimos unos juegos para pensar. Luego fuimos al galpón donde se llevaría a cabo el torneo. Almorzamos. Nos repartieron a todos un sándwich de milanesa con jamón, queso, lechuga y tomate. Mientras comíamos nos dieron el discurso con todas las reglas y una vez terminado empezamos.
Eran cinco rondas y cada equipo tenía tres integrantes. Los tres estábamos nerviosos. Nosotros teníamos solo una clase por semana mientras que los demás chicos participaban en clubes por lo tanto nos llevaban ventaja. Pero hay algo malo en ser el “mejor” del equipo, te toca jugar con el mejor de los otros y en la primera ronda perdimos lo tres. ¡Mejor comienzo imposible! Por suerte en la siguiente pudimos ganar dos de tres partidas, lo cual nos animó bastante, pero solo yo pude ganar en la siguiente ronda. Eso fue todo por el primer día, el segundo y último día era el siguiente.
Era hora de pensar y practicar, pero yo, como siempre, no lo hice. A casi todos le sirve practicar pero a mí me pasa al revés, cuanto menos practico mejor me sale. Bueno, a veces.
El siguiente día fue mejor que el anterior. Cuarta ronda: yo perdí después de 40 minutos de partida en la que me concentré de una manera que nunca más voy a poder repetir, pero hice una sola jugada mal y me lo dio vuelta, pero mis compañeros habían ganado así que no preocupó. En la quinta uno empató, el otro perdió y yo pude volver a ganar.
Ese fue mi primer torneo importante y por suerte no sería el último y además pude hacer dos amigos nuevos.

Nicolás Pérez Casalla

1 comentario: