domingo, 14 de junio de 2015

Literatura e infancia


Me subí al caballo. Mi adrenalina corría por cada célula de mi cuerpo, mi caballo Rayo estaba quieto, tranquilo.
Escuché el viento corriendo por mis orejas cuando un hombre anunció el comienzo de la carrera y todos los caballos empezaron a correr. 
Todos corrían  a la misma velocidad y cuando me empezaba a enredar en mis pensamientos una curva me agarró desprevenido pero logre domarla hasta ponerme cara a cara con el bunquer de guerra y mirar de reojo a la Ferrari roja.  Casi en un abrir y cerrar de ojos ya faltaba poco para terminar la carrera pero antes un señor de unos 40 y pico puso un arma a unos metros de mí. Si lograba agarrarla podía eliminar a mis oponentes y jugar la próxima carrera, pero, lamentablemente, no pude y al cruzar la línea de meta mi madre me agarro de los brazos, me bajó del caballo y volvimos a casa para mañana, volver a la descabellada calesita.
L.X

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